El postboom una tendencia de la narrativa continental de fin
del siglo XX que algunos prefieren llamar sin efectuar los deslindes
necesarios “postmodernismo”.
Para comenzar a hablar de él es necesario, para su correcta comprensión, antes explicar que fue el boom latinoamericano.
Contrariamente a lo que muchos piensan el boom
no fue un estilo narrativo en si, sino simplemente un fenómeno
comercial que consistió, pudiera decirse, en un redescubrimiento para
Europa de la literatura hispanoamericana, de ahí su nombre de boom latinoamericano.
El boom fue
un fenómeno que elevo la novela latinoamericana a la cima de lo mejor y
más avanzado del género en el “ocaso de la modernidad”. Surgió en
franca ruptura con el mimetismo maniqueo de la primera mitad del siglo
XX para sustituirlo por el privilegio de la imaginación poética, el
despliegue de un lenguaje de inusitada riqueza, la invertebración de la
sintaxis narrativa, la alucinación de las historias contadas, la
diversificación elocutiva y del punto de vista, la cosmicidad
intelectual de los protagonistas, la prospección de la existencia
mediante fórmulas cognoscentes al modo de de lo “real maravilloso”
carpenteriano, el “realismo mágico” garciamarquiano, lo “neofantastico”
cortazariano o el “pluralismo focal” y la escritura “invisible”
vargallosianos, entre otros novedosos recursos.
Todo esto, unido
a una nota permanente de optimismo y al ataque del viejo orden
oligárquico y burgués (ahora sí hondamente), caracterizó el brío
trascendentalista de los autores del boom.
Dentro de sus
autores más sobresalientes están García Márquez, Vargas Llosa, Cortazar,
Fuentes, Carpentier y Lezama Lima. Y de las obras con mayor repercusión
se cuentan: “La muerte de Artemio Luna”, “El siglo de las luces”,”La
ciudad y los perros”, “Rayuela”,”Cien años de soledad” y “Paradiso” que
se tiene por uno de los mejores libros escritos en ese siglo.
El postboom,
ignorado en sus albores, tal ves inconscientemente debido al esfuerzo
enorme de los autores del boom para rescatar la novela del grave
agotamiento en que había caído. Según Cortazar fue imprescindible
extirpar radicalmente la práctica de los regionalistas y del realismo
social ordinario consistente en creer-“que todas las cosas pueden
describirse y explicarse como las daba por sentado el optimismo del
S-XVIII, es decir, dentro de un mundo regido más o menos armoniosamente
por un sistema de leyes, de principios de relaciones de causa a efecto,
de psicologías definidas, de geografías bien cartografiadas”
Como una superación de esta tendencia del boom precedente surge el postboom.
La
posmodernidad es la crisis de valores históricamente asumidos como
paradigmas de la Modernidad, también el cuento y la novela del postboom
se nutrieron, de algún modo de las repercusiones de ese caos en nuestra
región y, naturalmente, de las características de nuestra propia crisis
continental.
Emerge dentro de los trastornos políticos, sociales y
económicos en las postrimerías de la década de los 60s y el militarismo
de los 70s vino a acelerar el proceso literario que ya estaba en
marcha. La disminución de la fe en las “Izquierdas” y en el movimiento
comunista internacional (matanza de estudiantes y pobladores en
Tlatelolco, México, en octubre del 68 y la intervención soviética en
Checoslovaquia también en 1968) fue caldo de cultivo para una nueva
forma de ver la vida y para un cambio de paradigma literario en
Latinoamérica.
El postboom para muchos todavía, sobretodo fuera de Latinoamérica, no existe como fenómeno independiente al boom, más bien como producto de este. Donald L. Shaw en su libro: “Nueva narrativa hispanoamericana” (Madrid, 1988), afirmó que el boom no había terminado y cataloga a autores como Puig, Sarduy, Bryce, Del Paso y Elizondo como exponentes de un “Boom júnior”. En la misma línea el profesor y ensayista Luis Sainz de Medrano los califica de “epígonos del boom”.
En contraposición y defensa del termino postboom expertos latinoamericanos como el ensayista uruguayo Angel Rama que aseguró que si hubo un rompimiento con el boom
en su intervención en el coloquio “The Rise of Latin American Novel” en
Washington. El califica a sus autores como “novísimos narradores
hispanoamericanos” y “contestatarios del poder”. Antonio Skármeta no se
acomodó a lo de postboom y usa “infrarrealismo” o
“hiperrealismo”. Otro chileno, Ramiro Rivas los llama “novísima
generación”. Juan Manuel Marcos además de postboom los identifica
como “cervantistas” en el sentido de la ética y de determinados
resortes narrativos empleados por el autor de “El Quijote”. En
contraposición llama a los de la década de los sesentas “minotauros”.
Lilian Caroy, argentina, nombra al nuevo género “narrativa
latinoamericana posterior al boom”, “poética de lo cotidiano” o
“de lo trivial:”, también “novísima narrativa”. Mempo Giardinelli a su
vez “poética de lo cotidiano”, “estética de la transgresión”, y
postmodernidad (con el reparo de que sea una escritura del dolor y la
rebeldía). Roa Bastos lo denomina “realismo profundo”
Este fenómeno postboom
se nutre de la generalización social de la violencia, la drogadicción,
la repercusión de los Medios de Comunicación Masiva, la represión
militar de los setenta y ochenta, el desarraigamiento del exilio y el
desexilio, etc., además de los clásicos como el amor, la muerte, la
pasión pero sutilmente. La situación social de la mujer, la
prostitucion, homosexualidad desde una perspectiva más realista que
busca dinamitar los tabúes e integrar. Es eminentemente urbano. Con
predominio del habla coloquial, sobriedad, enunciación precisa.
Los
autores no son propensos al mesianismo grupal o político. Son reacios
al “divinismo”, a erigirse en el “gran escritor”. Tampoco se consideran
portavoces de doctrinas. Prefieren atacar, sin importar el color del
signo político donde ocurren los trastornos, la hipocresía, la doble
moral, la intolerancia, el dogmatismo y la agresión contra la integridad
física y espiritual de los seres humanos.
El discurso del postboom
reúne muchas características del postmodernismo literario y como tal es
entendido por muchos, pero tiene importantes diferencias con él.
Los
postmodernos exponen un pesimismo enervante, un hondo escepticismo
basado en el criterio de que la sociedad ha caído en un gran vació, en
una repetición constante y que por ende es incapaz de salir adelante.
Que la crisis de valores ha derrotado la idea de progreso. Gianni
Vattimo dice que la posmodernidad es el fin de la historia. Según
Antonio Blanch: ningún artista posmoderno presenta su obra como
expresión de un proyecto de emancipación o de transformación histórica.
Aun más, si en el pasado inmediato podíamos asistir a la crisis del
objeto, hoy comprobamos la crisis del sujeto y la del arte concebido
como actividad educadora de la humanidad.
Esto no es seguido por es postboom. Nuestros
escritores actúan y se sobreponen a las trabas del vivir diario. Mempo
Giardinelli afirma creer en la posmodernidad como modernidad de la
modernidad: “(…) me confieso posmoderno (…) si la posmodernidad es-como
creo-la modernidad permanente”;”ser moderno siempre, joven siempre,
rebelde siempre, transgresor siempre, y disconforme y batallador como
constante actitud ética y estética”. Skármeta por su parte dice: “Mis
simpatías socialistas matizan mi obra, pero no la cargan
ideológicamente”.
Autoras como Isabel Allende abogan por la
ruptura con las cadenas que la mujer carga antológicamente, como el
machismo y la sumisión.
Tales obras, sin aportar abiertamente los
conceptos, dejan traslucir amor por el hombre y fe en su lucha por la
democracia, el mejoramiento humano y la dignidad. Es por eso que
rechazan las actitudes autoritarias y los prejuicios.
Autores de
clásico renombre son: Augusto Roa Bastos; Manuel Puig; Luis Rafael
Sánchez; Antonio Skármeta; Isabel Allende; Mempo Giardinelli; Senel Paz;
José W. Montes; Laura Esquivel. Se siguen incorporando más como Roberto
Urías Hernández y Amir Valle Ojeda.
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